Cantabria, una galaxia única en el universo gastronómico
La gastronomía cántabra se ha convertido en una de las principales tarjetas de presentación de un territorio donde parajes y ecosistemas se alternan para albergar la más selecta relación de materias primas
España es líder mundial en gastronomía. Así de simple y así de claro. Y lo es porque la gastronomía española es producto por la alta calidad de las materias primas. También es talento por la gran preparación de todos los trabajadores del sector. Y es innovación en toda la cadena de elaboración de productores locales y empresas agroalimentarias, y en los procesos de creación de los restauradores.
La gastronomía ha logrado incluso superar la concepción de algo placentero para estar considerada como una vivencia en conexión con la cultura y la artesanía. Y además, la gastronomía posee un elevado valor como atractivo turístico, una realidad que confirma alguno de los estudios más relevantes del sector, que concluyen que turismo y gastronomía se han convertido en un binomio indisoluble cuyo magnetismo es más que evidente.
Así se desprende del IV Estudio de Demanda del Turismo Gastronómico en España, elaborado por la consultora turística Dinamiza, cuyas principales conclusiones no dejan lugar a la duda. De hecho, un 86,5% de los viajeros españoles reconoce haber realizado al menos un viaje o escapada de carácter gastronómico en los dos últimos años, mientras que un 20,5% puede ser considerado turista gastronómico puro ya que viaja con la motivación principal de disfrutar de la gastronomía y realizar distintas actividades gastronómicas.
Además, este tipo de turista gasta un 30% más en restaurantes y otras actividades gastronómicas que los generalistas, y viajan cada vez con mayor frecuencia en distintos momentos del año, contribuyendo con ello a la desestacionalización de la actividad turística. Por no mencionar que también llevan a cabo actividades gastronómicas alternativas como visitas a bodegas y mercados gastronómicos, la compra de productos locales o la participación en eventos gastronómicos.
Todos los ingredientes para seducir
En definitiva, el turista gastronómico es un viajero experimentado, exigente e hiperconectado que valora aspectos como una gastronomía singular y un relato propio, una oferta de restauración de calidad, la posibilidad de visitar productores locales, comprar productos locales en mercados, comercios y ferias gastronómicas, la existencia de productos de calidad con Denominación de Origen o Indicación Geográfica Protegida, y calles con ambiente gastronómico. Y todo eso, y mucho más, lo ofrece Cantabria.
La comunidad autónoma, por su privilegiada situación geográfica en la zona central de la cornisa cantábrica, ocupa un espacio influenciado por un entorno natural verdaderamente excepcional, donde parajes y ecosistemas se alternan para albergar la más selecta relación de materias primas gastronómicas. Y por si fuera poco, también cuenta con vestigios culturales de toda época hilvanados por dos rutas de peregrinación, el Camino Lebaniego y el Camino de Santiago del Norte, o más de 6.500 cuevas de importancia geológica, como El Soplao, y otras con pinturas prehistóricas de valor incalculable como la universalmente conocida Altamira.
Es decir, Cantabria ha cocinado a fuego lento los ingredientes necesarios para que la experiencia del viajero sea más que satisfactoria porque desde hace años se está haciendo una magnífica labor. El punto de partida de su excelencia gastronómica es sin lugar a dudas el producto: su variedad paisajística se traduce en una despensa igual de diversa que ofrece materias primas de calidad que dan como resultado elaboraciones tan tradicionales como innovadoras.
Productos deliciosos que generan riqueza
De este modo tenemos el mar Cantábrico con sus finos pescados y delicados mariscos; los ríos rápidos y caudalosos que en sus cuencas altas y medias cobijan al rey de la pesca fluvial, el salmón, y la delicada trucha terciada; los pastos cántabros, siempre verdes, alimentan a una ganadería bovina de exquisito sabor y pequeños rebaños ovinos y caprinos; y las pequeñas huertas familiares y las plantaciones de frutales.
Todos ellos ofrecen una amplia gama de productos con su propio sello de calidad, como los quesos Picón Bejes-Tresviso, nata y quesucos de Liébana con el de Denominación de Origen Protegida. Un sello con el también cuentan otros alimentos como la miel o el aguardiente de orujo de esa misma comarca del extremo occidental cántabro.
Y la etiqueta de Indicación Geográfica Protegida también la poseen varios productos entre los que podemos destacar los vinos de la de tierra, de la costa de Cantabria y de Liébana; el sobao pasiego, elaborado con mantequilla inigualable de los siempre verdes Valles Pasiegos; la carne de ganado pastoreado en Cantabria o las patatas del municipio de Valderredible, al sur de Cantabria. Por no mencionar la gran tradición conservera de anchoas, bonito, atún o sardina de municipios como Laredo, Santoña y Castro Urdiales. Y es que Cantabria lo tiene todo.
Como un fuerte tejido de productores locales que, además de seguir haciendo lo que mejor saben –contribuyendo a la industria agroalimentaria, que representa el 22% del Producto Interior Bruto (PIB) industrial y un 6% del PIB de toda Cantabria con casi 3.000 empresas– diversifican su oferta y muestran su saber hacer a los visitantes del mismo modo que permiten fomentar el desarrollo de las zonas más rurales y despobladas fijando población y procurando prosperidad a sus habitantes.
Innovación entre fogones
Y qué decir de los magníficos restauradores que han convertido a Cantabria en una galaxia repleta de estrellas y soles a golpe de innovación, aunque sin perder de vista la tradición que da sentido a su idiosincrasia. El Cenador de Amós (Villaverde de Pontones), con tres estrellas Michelin, es el máximo exponente de esa apuesta por la creatividad en la cocina de autor, pero no es el único ya que también destacan El Serbal (Santander), La Solana (Ampuero), El Nuevo Molino (Arce), La Bicicleta (Hoznayo) y la Casona del Judío (Santander), algunos de los cuales cuentan también con la estrella verde que premia su apuesta por la sostenibilidad.
Los restaurantes anteriormente mencionados, junto con Cañadío (Santander), Bodega del Riojano (Santander), La Cartería de Cartes (Cartes), Emma (Suances) y Ronquillo (Ramales de la Victoria) también ostentan una buena colección de Soles de Repsol para dibujar un panorama enriquecedor en lo que a la oferta gastronómica cántabra se refiere con propuestas novedosas y locales de referencia. Sin desmerecer a otros muchos establecimientos que reciben otro reconocimiento sumamente importante: el de unos clientes satisfechos tras cada visita.
En definitiva, la materia prima, unos productores orgullosos de su singularidad y unos cocineros implicados con el territorio que les brinda los mejores recursos, unidos al apoyo institucional a través de entidades como la Sociedad para el Desarrollo de Cantabria (SODERCAN), la Sociedad Regional Cántabra de Promoción Turística (CANTUR) y la Oficina de Calidad Alimentaria de Cantabria (ODECA), consiguen que Cantabria tenga la fórmula del éxito para desarrollar un turismo gastronómico sostenible que siga conquistando a los paladares de sus gentes y visitantes.
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